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  • ABHASA (PRIMERA PARTE)

    ABHASA (PRIMERA PARTE)

    Me levanté bruscamente de la cama, quedando sentada a la orilla.

    La habitación se encuentra en penumbras, iluminada a duras penas por los rayos que entran cautelosos por la hendidura de la puerta.

    Posé los pies en el suelo alfombrado. El olor a moho penetra los pulmones y una de mis manos a cada lado roza las sabanas frías que podrían ser de la seda más fina.

    No lograba detallar mucho pero podía intuir las siluetas de la habitación. Estampados en las paredes, una lámpara de farol y un ventanal con gruesas cortinas, cual clásico hotel antiguo de la elegante Europa en los años 20.

    Una sensación de desesperación y duda invadía mi mente.

    ¿Dónde estoy?, ¿Cómo llegué a este sitio?

    Más importante aún, que era ese miedo que me asediaba hasta las entrañas.

    Cómo por instinto incliné los pies en búsqueda de algo a ciegas y me encuentro botines de piel al primer intento. Uno a cada lado, cómo si yo misma les fuese dejado ahí.

    Mi intuición me indicaba una alerta de peligro. Me levanté de sobresalto sin percatarme en el reflejo del espejo, que aunque soy yo, hay algo diferente.

    Abro la puerta y doy con el pasillo, también de época. Lámparas antiguas de pared dibujan círculos alrededor de la misma, encandilando mis ojos que ya se habían adaptado a la habitación oscura.

    Estaba decidida a avanzar veloz por el pasillo e ir hasta la escalera, cómo si ya conociera el sitio. Di los primeros pasos y noté la puerta entreabierta de la siguiente habitación, también en penumbras.

    No se ve mucho adentro, pero la luz de la lámpara en la pared ilumina una cama individual donde duerme una niña de largos cabellos color rubio.

    En una bocanada de aire, como si fuese tomado una píldora informativa llegaron recuerdos a mi mente. Esa niña era mi hermana.

    Entro a la habitación y me dirijo a la joven durmiente. Sin mucho tacto le tomé de la muñeca y jalé de su brazo, obligando a que despierte y se siente. Antes de que hiciera cualquier ruido le tapé la boca con la otra mano. La miré a los ojos y ella a los míos. Su penetrante mirada cómo el abismo hecho de cielo me hizo entender que ya sabía. Debíamos irnos.

    En un pequeño instante mientras avanzábamos a la puerta noto la habitación era aún más grande que la anterior en la que desperté. La cama puesta frente a la puerta quedaba al lado de un recibidor, con una portilla cual aeronave apenas visible tras una mesa y sofás, muchos sofás. Detrás, había un paredón con huecos de estantería vacíos ante mis ojos no hábiles para ver en lo oscuro y podía percibirse una apertura con forma de marco, indicando luego había una recamara.

    Empujamos la puerta nuevamente y salimos al pasillo. Sin mirar atrás avanzamos a la escalera, ignorando el hecho de que aún seguíamos en ropa de dormir. Yo cargaba un conjunto de dos partes clásico y ella una bata de algodón blanco, con los pies descalzos. Un hombre imponente y muy mayor de edad nos ve a lo lejos y se dirige rápidamente a nosotras. Mi mente lo reconoce, la información va tomando forma en mi memoria. ¿Acaso… somos familia?

    De nuevo esa sensación que grita peligro. No estás a salvo.

    Crucé a la izquierda cómo si conociera desde siempre esas alfombras que mis zapatos pisan, sin soltar aún el brazo de mi hermana que avanzaba en silencio, cómo si no hubiera reclamo alguno que hacer. Era como si ya supiese que yo iba a ir por ella.

    ¿Me falta recordar algo? Hay un vacío.

    Empezamos a bajar las escaleras circulares y ningún pasillo aparece. Primero cinco, luego diez pisos… Ya había perdido la cuenta. Pude sentir cómo el señor de hace un momento iba atrás de nosotras, también bajando. No tuve tiempo de detallar la escalera llena de minucias en los barandales y cuadros en sus paredes. Algo me dice ahora que debí haberlo hecho. Mientras más bajamos menos había y más parecía un hotel del siglo 21.

    De pronto, llegamos al final de la escalera que daba en un luminoso lobby muy similar al de cualquier hotel. Ahora las paredes eran blancas, los suelos de cerámica y la gente parecía no percatarse de la escalera no visible a simple vista ni tampoco de nosotras. Me volteé a ver cómo estaba mi hermana aún sin soltar su muñeca y noté se encontraba ahora vestida con jeans y una franela Polo. Sus pies seguían descalzos.

    Su rostro me es tan parecido, tan… ¿familiar?

    Sé que es mi hermana y supongo es por eso. Aún hay muchos vacíos en mi memoria, comenzando por el quien soy y cómo llegué a este lugar. Podía escuchar el eco de los pasos del señor acercándose. Debíamos avanzar.

    Cruzamos el lobby hasta la puerta de entrada del hotel, dando con una calle bulliciosa, repleta de personas, tiendas y baratijas. Podría jurar se trataba del centro de una ciudad turística europea.

    He estado aquí antes, pensé.

    Entonces, ¿por qué no puedo recordar donde es “aquí”?.

    Comencé a avanzar cómo si un GPS interno guiara mis pasos, cruzando y desviándome entre callejuelas y bajadas. Mi pariente, el señor que nos perseguía, ya había salido del lobby y nos captó con la mirada.

    Un gran edificio resaltaba del resto bohemio y turístico, en medio de una tienda de calcetas y un cafetín cerrado. Un banco. Sus paredes eran solemnes de vidrio transparente y gran altura. Lucía íntegro, blanco y metalizado, incluso algo escalofriante. Era completamente impecable. Podías ver todo lo que ocurría dentro desde la calle o así parecía.

    Mi lógica me dijo que es el peor sitio para esconderse de alguien que te sigue, pero la intuición que guiaba mis pasos abrió la puerta sin siquiera pensarlo y entró, sin haber aún soltado el brazo de mi hermana quien no ha dicho ni una sola palabra todavía.

    El edificio se distribuía entre las taquillas al frente de la entrada con dos puertas sin cerrojo al lado izquierdo que aparentemente están de adorno y dan a un pasillo vacío que conecta con un segundo piso lleno de oficinas con gente poniendo sellos. Solo eso parece hacen. No había escaleras, ni puerta. Del lado derecho había cuatro escritorios y unas señoritas cumpliendo su función de promotora del banco. Sus escritorios estaban perfectamente ordenados, con un computador y algunos utensilios. Unas cuantas personas dentro del edificio esperaban su turno.

    Necesito hablar con la gerente del banco. Mi mente me dice un nombre pero lo olvido casi inmediatamente. Traté de recordar pero no me llegaba. Miré hacia atrás y vi que el persecutor se estaba acercando, casi lograba vernos. Me acerque rápidamente a una de las señoritas sentada en el escritorio a la derecha y pensé nuevamente, necesito ver a la gerente.

    Me están siguiendo, le dije.

    Miró al vidrio, luego a las otras jóvenes en sus respectivos escritorios. Todas eran tan parecidas entre sí. La señorita dirigió su mirada primero a mí y luego a mi hermana, seguido de una sonrisa. No me había percatado que desde fuera, la zona de los escritorios no mostraba al exterior los movimientos sino que mantenía una imagen permanente, cómo una pantalla.

    Yo lo distraeré, dijo mi hermana, mientras ligeramente agarraba mi mano que sostenía su muñeca con la que tenía libre, indicando le suelte. Eso hice. Devolví mi mirada a la joven del escritorio y cuando volví a mirar atrás, ya no estaba.

    No sé de donde, otra joven apareció con un bolso de doctor antiguo y le colocó en la mesa. Los colores del mismo desentonaban y podrían ser percibidos por cualquiera dentro de ese edificio e incluso fuera. Me asomé levemente a ver hacia afuera y el señor aún estaba mirando. No había señales de mi hermana. Abren el bolso y sacan unas ropas, una cuerda y una peluca. La gente en el banco hacía caso omiso a lo que nosotras realizábamos.

    Desplegaron una puertilla en el escritorio haciéndome pasar por esta y todos voltearon, para luego dirigir su mirada a la entrada, que el señor acababa de atravesar. Un escalofrío recorrió mi espalda.

    De nuevo estoy en peligro, debo apurarme.

    Recogí mis bucles dorados y les cubrí con una peluca corta morada.

    De la nada, abrieron una puerta tras ellas, dando con un callejón donde debía estar la pared del cafetín. Mientras le cruzaba, en un instante todas volvieron a estar sentadas y la gente dejó de mirar al señor que ya se encontraba frente a los escritorios.

    Comencé a correr, sin mirar atrás. Aunque no le escuchaba, sabía que aún me seguía. Ahora parecía no estar solo. Cruce entre calles y se fue haciendo más oscuro, más silencioso. Se estaba poniendo la noche. Me percaté de que estaba descalza y una tobillera que podría jurar no se encontraba ahí cuando desperté en la habitación me rozaba los talones.

    El suelo ahora era… ¿lodoso?

    Ya no había asfalto. Corrí a ciegas por un rato, no puedo recordar ni siquiera por donde anduve desde que salí de la puertilla del banco y crucé el tercer callejón con aquel gato pardo. Miré hacia atrás y no vi a nadie, pero sabía que aún me estaban siguiendo.

    ¿Era el mismo señor mayor que me resulta familiar?, ¿era alguien más?

    Eso no importa.

    Seguí avanzando. Aún había algo que me guiaba. Mientras más avancé me sentí más tranquila y sin bajar la velocidad del trote pude detallar el alrededor, como si estuviese apenas caminando. El suelo era de tierra. Estaba levemente iluminado, cual noche de luna menguante. Pero no había luna ni nubes que le tapen. Pude percibir que un poco más a la izquierda hay un gran barranco. Y a lo lejos, en el horizonte, parecían las luces de una ciudad. Frente a mí, el camino de tierra seguía, no sé a dónde. A mi derecha, había unas cuantas plantas y unas piedras encimadas.

    Cómo un viento que me empujaba, me dirigí a las piedras y el montículo con plantas. Por el aire se me cayó la peluca y pude sentir cómo mi cabello recogido en una coleta de caballo rozaba mis hoyuelos de la espalda con las puntas.

    ¿Estaba a ese largo unas horas antes? Juraría apenas me llegaba a los hombros.

    Las piedras encimadas estaban puestas en forma de escalera de tierra, que ahora eran de color cobalto, cerúleo y verde musgo en forma de retazos pegados en la parte de arriba de cada escalón. En lo que posé mi pie en el primero, noté sus piedras eran de textura gomosa y oronda.

    Los escalones eran cada vez más empinados y se serpenteaban en lo que ya no era un montículo con plantas sino una alta montaña. Mientras más subía, más me parecía conocer el camino y aumentaba la velocidad. Sabía de qué rama agarrarme o cuando iba a zigzaguear el camino antes de que fuese notorio. De pronto, parecía un escalón no muy lejos era la cima de la montaña, vacía y plana.

    Posé mi pie en el último escalón para dar el impulso y subir a lo alto. En lo que mi piel rozó los suelos, se hizo la luz. Literal cómo se oye, los cielos se tornaron brillantes y celestes, como si fuese de mañana. Los pájaros cantaban, tan fuerte e inspirados que era incomprensible el no haberle escuchado más abajo.

    Un jardín basto hacía de pared a la grama que rodeaba la hermosa casa de campo frente a mis ojos hecha de cristal. Desentonada el entorno con su eje. Mientras los alrededores eran salvajes, coloridos y repletos de vida; la casa era transparente, pulcra y podría decir que era pensante. Sentía vida en sus paredes, pero no la misma vida que transmitían los animales extraños que jugueteaban ni las plantas que invadían con su  aroma.

    Era pensante, latente y vibrante. Pero al mismo tiempo, se trataba de algo frío y calculador. Se sentía cómo una pieza sobrante sobre un rompecabezas ya completo.

    A pesar de haber caminado por la tierra y el fango, mis pies estaban impecables desde el instante en que pise el último escalón. No había cansancio ni confusión. Ya no había apuro ni mucho menos, miedo. Debo admitir, todo era tan conocido aún sin saber por qué y me generaba curiosidad. Cómo la que sienten los niños cuando tienen un juguete nuevo y desean descubrir de qué es capaz.

    No me detuve a observar los alrededores, sino que fui directamente a la entrada. No tenía puerta, solo estaba enmarcada en los cimientos, al igual que los bordes de la casa. Al atravesar la puerta, me encontré con un inmaculado recibidor, que tenía un barandal a partir de un lado de la entrada para separar un pequeño espacio en la esquina con una especie de mesa cóncava, en forma de bañera hecha de lo que parecía un mármol blanco y tallado en los bordes. Del otro lado, podía verse una serie de esculturas perfectamente distribuidas que por más que intento recordar su forma, se esfuman de mis pensamientos.

    Unos pasos más adelante, había dos escalones que daban a un supuesto segundo piso, mucho más pequeño. Aquí, había otro mesón, esta vez plano y de madera de álamo blanco con sigilos lunares secuenciales incrustados en caracolas y piedras.

    A la derecha, había un estante que desentonaba con el resto. Su color es oscuro tirando a rojizo, de forma rustica y campestre. Sus acabados eran vagos pero elegantes y tenía una especie de cerradura metálica que no parecía tener mecanismo de traba. Podría jurar era lo único en todo el sitio que parecía estar “prohibido”.

    Luego, en el medio de todo, había otro marco sin puerta. Ésta pared, a diferencia del resto, no era de vidrio y contrarrestaba con la luz penetrante que pasaba del otro lado. Podía verse un camino de arena blanca cómo la de una playa virgen, del ancho de una persona, trazado con piedras a los bordes, separándose de la vegetación que crecía de ambos lados. El camino más adelante se hacía curvo, no pudiendo ver más allá.

    Me acerqué a los escalones y una señora muy agradable salió de una puerta que no logré ver en la pared donde se encontraba la mesa de álamo. No logré verla, porque no estaba en ese entonces y tampoco lo está ahora. Vestía de una manera muy despreocupada y colorida, con mangas largas y holgadas que casi cubrían todos sus dedos con largas uñas. Las flores de colores pastel en su vestido parecían estar vivas y las flores que adornaban su cabello desprendían un aroma exquisito que nublaba cualquier sensación en el aire, casi alienizando cualquier pesar.  

    Con una sonrisa se acercó a mí tendiéndome la mano, mientras se paraba frente a la puerta. Pude sentir la presencia del señor mayor que me había perseguido más atrás, quien acababa de cruzar la primera entrada. En lo que se acercó a los escalones, un hombre muy alto vestido de traje y mocasines impecables llegó por el segundo marco. Su presencia generaba no paz cómo la señora, sino más bien certeza y poder. La combinación de ambos frente a mí daba una sensación de plenitud.

    Aunque no pude detallar el rostro, percibí sus facciones eran más serias y centradas. Parecía alguien firme y de un carácter justo, en edad de la adultez joven, con lentes y un cabello negro cómo la noche. Me dirigió su mirada e instintivamente me arrodillé, haciendo una reverencia mientras posaba mis manos en sus pies y los de la señora.

    Me di cuenta de que junto al persecutor se encontraba mi hermana, quien tenía atada a su muñeca una fina cadena de oro, que llegaba hasta la del señor.

    El hombre de traje pasó sus manos en mi cabeza. Sabía que quería liberar a mi hermana, pero sin palabra alguna en el roce de su mano recibí la respuesta. No se podía.

    La dama hizo un gesto con su mano la cual luego postró en el hombro del señor mientras se corría hacia atrás, dejando el paso abierto a la puerta. Dirigí mi mirada al otro lado, para deslizarlos hasta los del señor de forma fugaz y luego a mi hermana. Todos estaban inmutables, pero pude percibir una leve afirmación en ella.

    Volví mis ojos al caballero de traje y a la señora, que me observaban en silencio. Podía avanzar. Debía avanzar. Lo sentía en mi interior.

    Y sin dudar más, caminé hasta pasar la entrada y sentir cómo la luz que se formó de la misma traspasaba mi cuerpo hasta cada rincón quedar invadido y de pronto, estaba del otro lado.

  • La Primera Creación del Mundo… Creencia Asatrú (Eddas Vikingas)

    La Primera Creación del Mundo… Creencia Asatrú (Eddas Vikingas)

    El frío y el calor. La oscuridad y la luz.

    De la unión de estos dos espacios surgió la vida.

    Primero como un enorme ogro y después como una vaca gigante que le proporcionaría la leche con la que sobreviviría.

    Del sudor del ogro, en un mundo de nieves perpetuas, nacieron dos gigantes de escarcha que se alimentaban de las rocas salobres del lugar, formándose así de éstas los cuerpos de los primeros Dioses-hombres, que crearon la tierra, el mar y las montañas…

    Cuando aún no existía ni la tierra ni el mar ni el aire, cuando sólo existía la oscuridad, ya estaba allí el Allfather.

    Al empezar la creación,en el mismo centro del espacio se abría Ginnunga, el terrible abismo sin fondo y sin luz.

    A su norte estaba la tierra de Niflheim, un mundo de agua y oscuridad que se abría alrededor de la eterna fuente de Hvergelmir, en la que nacían los doce ríos del Elivagar.

    Hablamos de las doce corrientes que corrían hasta el borde de su mundo, antes de encontrarse con el muro de frío que helaba sus aguas, haciéndose caer también en el abismo central con un estrépito ensordecedor.

    Al sur de este caos estaba la dulce tierra de Muspells, el cálido hogar del fuego elemental, cuya custodia estaba encomendada al gigante Sutr.

    Este gigante era quien lanzaba nubes de centellas al blandir su espada llameante, llenando de su fuego el cielo. Pero este fuego a duras penas conseguía fundir los hielos del abismo.

    El frío volvía a vencer de nuevo, haciendo que se elevase una columna de vapor que tampoco podía escapar del abismo, puesto que al volver a encontrarse con el mundo del hielo, se condensaban las grandes columnas de humedad, llenando de nubes el espacio central.

    De este lugar surgió el gigante Ymir, la personificación del océano helado y nació con hambre voraz, que sólo pudo saciar con otra criatura nacida al mismo tiempo que él, la vaca gigante Audhumla, de cuyas ubres brotaban cuatro chorros de leche.

    Audhumla, buscando ávidamente su alimento, lamió un bloque de hielo y, fundiéndolo con su lengua, hizo aparecer el buen Dios Buri, enterrado desde tiempo inmemorial en los hielos perpetuos.

    Pero mientras, Ymir, dormido plácidamente alumbró sin darse cuenta, con el sudor de su axila, a Thrudgelmir, el gigante de las seis cabezas y éste hizo nacer después a su compañero Bergelmir, y de los dos salió la estirpe de todos los gigantes malvados del hielo.

    Y los gigantes del mar vieron al dios Buri, que acababa de engendrar a su hijo y aliado Börr.

    Comprendieron que entonces era el único momento en el que podía ser factible tratar de vencer al bien.

    Inmediatamente, los gigantes comenzaron la guerra.

    Pero las fuerzas estaban demasiado igualadas y el combate duraba ya eras, cuando Börr desposó a Bestia, la gigante hija del gigante Bolthorn.

    De esa unión engendraron tres hijos. Tres aliados inmediatos para su causa: Odín, Vili y Ve (representando el espíritu, la voluntad y lo sagrado, respectivamente).

    Con esta formidable ayuda el nuevo ejército del bien hizo retroceder a los malvados espíritus del hielo en retirada, hasta dar muerte al gigante Ymir (también llamado Hrim, el gigante de hielo, y Orgelmir), de cuyas tremendas heridas brotaban tales chorros de sangre que ahogaron a todos los de su raza, salvo a Bergelmir y su esposa, quienes pudieron ponerse a salvo a tiempo, huyendo en una barca hacia el límite del mundo.

    Logrado el éxito, Odín, Vili y Ve se llevaron el cadáver de Ymir al abismo, para con sus inmensos restos mortales poder comenzar a trabajar en la construcción de un mundo habitable.

    Con su piel construyeron la región de Midgard, o jardín central.

    Con los huesos se hicieron las montañas.

    Con su vello, la vegetación y con sus dientes, los acantilados, sobre los que colocaron las cejas del gigante, para fortificar la frontera con el mar, que lo rodeaba en otro círculo a su alrededor, construido con la sangre y el sudor de Ymir.

    Pero, a mucha distancia de ellos, Bergelmir y su mujer alcanzaron una inhóspita tierra que poco afectaba a esas criaturas del frío, estableciéndose en un lugar al que llamaron Jotun, la casa de los gigantes, en donde empezaron a dar vida a otra raza de gigantes del hielo con los que continuar la renovada lucha de las fuerzas opuestas.

    Así nació la Tierra.

    Ya sólo faltaba cerrar este nuevo mundo, y se creyó conveniente hacerlo, colocando sobre Midgard la bóveda craneana del derrotado gigante.

    Y así se hizo, encargando a los enanos Nordri, Sudri, Austri y Westri su sujeción en cada uno de los cuatro puntos cardinales que llevaban sus nombres.

    Con el cráneo puesto en su lugar se dio nacimiento al cielo. Pero, al colocarlo, los sesos se esparcieron por el aire y con sus restos se crearon las nubes.

    Sólo faltaba la iluminación de ese espacio y los dioses acudieron a Muspells, a hacerse con fuego de la espada de Surtr, fabricando con sus centellas las luces del firmamento.

    Con las dos mayores, los dioses realizaron el Sol y la Luna, colocándolas sobre dos carros que girarían sin parar sobre Midgard, turnándose incesantemente en el cielo.

    Eran carrozas guiadas por los dos hijos del gigante Mundilfari, su hija Sol y su hijo Mani (Luna).

    Ambas carrozas, para mantener viva la pugna constante entre el bien y el mal, serían eterna e inútilmente perseguidas por los dos lobos Skoll y Hatri, encarnaciones vivientes de la repulsión y del odio, que trataban de alcanzarlos, sin conseguirlo más que en alguna rara ocasión, cuando desde la Tierra se podía ver un eclipse de Sol, o uno de Luna, para lograr su malvado objetivo de devorar al Sol y a la Luna y hacer que la oscuridad perpetua cayera de nuevo sobre el Universo.

    Para hacer el día y la noche, se encargó al hermoso Dag, hijo de la diosa de la noche, Naglfari, llevar la carroza del día, tirada por Skin, el brioso caballo blanco que producía con sus cascos la brillante luz del día.

    Mientras que Note, la hija del gigante Norvi, se encargaba de conducir la carroza negra de la noche, que estaba tirada por su negro caballo Hrim, el que lanzaba a la tierra el rocío y la escarcha producido en su trotar.

    Más tarde, al cortejo celeste se le fueron añadiendo las seis horas, y las dos grandes estaciones, el invierno y el verano. Ya estaba la Tierra lista para ser ocupada por los primeros seres creados por los dioses.

    … Está escrito que desde su creación, Dioses y gigantes son enemigos y su destino es enfrentarse en una última batalla, que nadie podrá evitar, que acabará sin ganadores, representando el fin del primer mundo.

    Los hombres quedan en medio de estos dos.

    Se dice que esta guerra ocurrió varias veces en el pasado y que se repetirá. Es la última parte de un ciclo sin final.

  • J. R. R. TOLKIEN

    J. R. R. TOLKIEN

    El día 3 de Enero de 1892 en Bloeimfontein (Sudáfrica) nació uno de los más grandes genios literarios de la historia.

    Siendo inspiración de muchos escritores y movimientos cinematográficos, dejo su huella para jamás ser olvidado.

    Estamos hablando de nadie menos que John Ronald Reuel Tolkien , creador de El Señor de los Anillos y la versión de Beowulf adaptada.

    ¡Fueron muchas las obras colmadas de majestuosidad creadas por la inventiva mente del gran genio literario!

    Y es en su honor, que hoy decidimos hacer un resumen referente a quien fue y cuales fueron los pasos más importantes a perspectiva pública por los que transitó en la vida.

    De la infancia a la adultez

    Sus padres eran Mabel Suffield y Arthur Tolkien, banquero que dirigía el Banco de África, ambos británicos.

    Su hermano Hilary nació dos años luego en 1894.

    En el año 1895, Mabel Tolkien, madre de J. R. R. Tolkien volvió a Birmingham, Inglaterra junto a sus hijos, pero su padre Arthur Tolkien tuvo que quedarse en Sudáfrica, falleciendo luego en 1896.

    Ronald, cómo era llamado en su familia, siempre fue un estudiante destacado, quien en sus primeros años de vida fue educado por su madre la cual le fomentaba arduamente a la caligrafía y literatura.

    En 1900 inició sus estudios en el King Edward’s Grammar School.

    Su vida tuvo grandes cambios cuando su madre, en 1904 muere de diabetes a los 34 años. A causa de esto, en 1905 los hermanos huérfanos Tolkien se van a vivir a casa de una tía en Birmingham.

    En 1908 continuo sus estudios en Oxford donde comenzó su primer curso.

    En 1913 paso el examen de Honours Moderations y, al año siguiente, se promete con Edith Bratt, su novia de la infancia.

    En esto, ¡estalla la primera guerra mundial!

    Ronald vuelve ese mismo año a Oxford para terminar su licenciatura.

    Un año más tarde, obtuvo la licenciatura con honores en primera clase en lengua y literaturas inglesas. Y también, fue destinado a estar en los Fusileros de Lancashire.

    En 1916, se casó con Edith y marchó a la guerra en Francia. Estuvo presente en acción como segundo teniente en el Somme, para regresar a casa con múltiples heridas ocasionadas por una granada.

    Mientras esta convaleciente, comienza a escribir su grandiosa obra El Silmarillion y nace su primer hijo llamado John.

    En 1918 es ascendido a teniente y se dirige a Sttafordshire.

    Luego de esto, finaliza la guerra y vuelve a casa nuevamente en Oxford.

    Aquí se incorpora al equipo que preparaba el New English Dictionary.

    Al siguiente año comienza a trabajar como tutor independiente en Oxford.

    En 1920, nace su segundo hijo Michael y es nombrado lector de lengua inglesa en la Universidad de Leeds.

    En 1924 accede al nombramiento y se vuelve lector de lengua inglesa en la Universidad de Leeds. También, en este mismo año, nace Christopher, su tercer hijo.

    Al año siguiente, J. R. R. Tolkien junto con E. V. Gordon publican Sir Gawain y el Caballero Verde. Por otro lado, fue elegido como profesor de Anglosajón en Oxford.

    En 1926 se vuelve amigo del también glorioso escritor C. S. Lewis.

    En el año 1929 nace su hija Pricila.

    En 1936, Ronald termina El Hobbit y da su conferencia «Beowulf: Los Monstruos y los Críticos«.

    En 1937 publico El Hobbit y comienza a escribir la secuela que actualmente se conoce como el Señor De Los Anillos.

    En 1939, John Ronald presenta una nueva conferencia llamada «Cuentos de Hadas«. Durante toda la guerra se dedico exhaustivamente y sin descanso a la creación de El Señor de los Anillos.

    En el año 1945 termina la guerra y Tolkien es elegido como Merton Professor de lenguas y literaturas inglesas en Oxford. Dos años luego de esto, envió una prueba de Lord of The Rings (Señor de los Anillos) a los editores y en 1948 terminó la obra.

    En 1949 publicó Egidio, el granjero de Ham.

    Para 1954, Tolkien publicó el primer y segundo volumen de El Señor de los Anillos y, para el año siguiente publicó el tercer volumen.

    En 1959 Tolkien se jubila de profesor y se dedica a su familia y a escribir.

    En 1962 publica las aventuras de Tom Bombadil y dos años luego publica Tree and Leaf. que traducido al español es Árbol y Hoja.

    Para el año 1965 se comienzan a publicar las ediciones de bolsillo americanas de El Señor de los Anillos y se inició el culto y/o costumbre de la novela en los recintos de las universidades.

    En 1967 publicó El Herrero de Wooton Major y The Road Goas Ever On.  Un año más tarde, los Tolkien deciden mudarse a Poole, cerca de Bournemouth.

    En 1971, muere su esposa Edith Tolkien a los 82 años quedando debastado. Por ésto, al año siguiente Tolkien decide volver a Oxford.

    ¡Toda una honra!, el 18 de Marzo de 1972 recibe la Cruz del Imperio Británico de manos de la Reina Regente, Isabel II.

    El 2 de Septiembre de 1973 muere John Ronald Reuel Tolkien a los 81 años de edad.

    Después de su muerte, su hijo Christopher publicó una serie de obras basadas en las amplias notas y manuscritos inéditos de su padre, entre ellas El Silmarillion y Los hijos de Húrin.

    Antepasados

    Por lo que se sabe, la mayoría de los antepasados de Tolkien eran artesanos.

    Las raíces de su familia son de la Baja Sajonia de Germania, aunque esta se cree se encuentra afincada en Inglaterra desde el siglo XVIII, quienes se adaptaron notablemente a su cultura.

    Su apellido «Tolkien» es la versión Anglisada del Alemán «Tollkiehn» cuyo origen proviene del celta-nórdico-escandinavo Tollkühn, que significa temerario. 

    Propiedad de foto: BBC

  • Creaciones según los Nórdicos (Vikingos)

    Creaciones según los Nórdicos (Vikingos)

    Son muchas las Eddas, Mitos y Relatos de ésta hermosa cultura que hablan sobre el origen de las cosas, especies e ideas.

    Es por eso que he decidido traerles una recopilación de algunos que de pequeña me gustaban y ahora quise compartirles traducidas al español y explicada en algunos detalles, de manera cronológica.

    El mundo antes del mundo

    Al principio no había nada más que un Abismo Abierto, un enorme vacío llamado Ginnungagap.

    Sin embargo, esta región caótica, este «Ginnungagap«, no estaba vacía.

    Al norte se extendía el Niflheim (el hogar de la niebla), que había existido “incontables edades antes de ser creada la tierra”. Y, al sur, el Muspellheim.

    Estas dos regiones contrastaban como el hielo y el fuego, pues el Niflheim reinaba en el hielo y la niebla, mientras que el Muspellheim estaba invadido por las llamas y el calor.

    Del centro de Niflheim brotaba burbujeante, la poderosa fuente de todas las aguas, un pozo llamado Hvergelmir, el Caldero Rugiente.

    De él, brotaba Svöl, Gunnzrá, Fjörm Fimbulzul, Slidr, Hríd, Sylgr, Ylgr, Víd, Leiptr y Gjöll (el situado más cerca de las rejas de Hel).

    Había surgido del manantial de tiempos inmemorables, fermentado en una espuma venenosa que se sedimentó como las escorias que se forman en el horno. Y se endureció, dando lugar a la formación del hielo.

    Cuando el hielo se detuvo y dejó de fluir, se quedó suspendido donde el veneno de la espuma se solidificaba, y formó escarcha.

    Ésta niebla congelada creció y se esparció sobre todo lo que existía en Ginnungagap.

    A consecuencia de ello, el Abismo Abierto, situado en el cuadrante septentrional, se llenó de duro y crujiente hielo y escarcha procedente de las lluvias y las tempestades, mientras el firmamento meridional del Abismo destellaba por el efecto de las chispas y gases fundidos que brotaban del Muspelheim.

    La aparición de los primeros seres

    De las gotas fermentadas, que cobraban vida en virtud del poder que desprendía el calor, se formó la imagen del hombre.

    Su nombre es Ymir, aunque los Gigantes Helados lo llamaban Aurgelmir (Olla de Barro), pues afirmaban que de él descendía toda su raza.

    No era un Dios, sino una criatura maligna, como toda su casta, llamada Ettins (Gigantes Helados).

    Se cuenta que mientras dormía, Ymir empezó a sudar y debajo de su mano izquierda crecieron un macho y una hembra; después nacieron un hijo tras otro. Y de ellos surgió la raza de los Ettins.

    Inmediatamente después de que la escarcha empezara a gotear, se solidificó en la vaca Audhumla, de cuyas ubres brotaban cuatro ríos de leche.

    Ella fue la que alimentó a Ymir.

    También la vaca Audhumla necesitaba comer. Lamió las peñas de hielo, y las encontró saladas.

    El primer día que lamió en las rocas apareció en ellas, por la tarde, la cabellera de un hombre; el segundo día, una testa humana, y el tercero, un hombre completo.

    Recibió el nombre de Buri, de bello semblante, alto y fuerte.

    Los primeros Dioses y la destrucción de Ymir

    Engendró un hijo llamado Bor, que tomó por mujer a Bestla, hija del gigante Bölzorn (Espina perniciosa).

    Estos tuvieron tres hijos: Odin, Vili y .

    Los hijos de Bor golpearon la cabeza del gigante Ymir, de cuyas heridas brotó tanta sangre cuando se abatió, que todos los gigantes helados se ahogaron, con la excepción de uno solo, el cual logró salvarse con su familia. Los gigantes le llaman Bergelmir.

    La creación del mundo


    Luego Odin, Vili y cogieron el cadáver de Ymir y lo arrojaron al centro del Abismo Abierto e hicieron de él la Tierra.

    Y con su sangre crearon los lagos y los mares.

    De hecho, la Tierra se fabricó de su carne, y las escarpas montañesas de sus huesos; rocas y aristas hicieron de los dedos de sus pies, de su doble dentadura y las esquirlas de sus huesos quebrados.

    La aparición de los Enanos

    Así cobró ser una nueva raza.

    Los enanos que tomaron forma y vida en el cuerpo de Ymir, eran entonces como gusanos. Más una palabra de los dioses, cobraron consciencia con la inteligencia de los hombres y adoptaron un aspecto humano.

    Vivieron en la tierra y en las peñas.

    Cuatro de aquellos enanos fueron elegidos para una función importante.

    La terminación del mundo


    Los hijos de Bor cogieron la calabera (de Ymir) y formaron con ella el cielo, colocándola en lo alto, encima de la tierra, con un enano en cada una de sus cuatro esquinas para sostenerlo así.

    Estos enanos se llamaron Austri, Vestri, Norðri,y Suðri (Este, Oeste, Norte y Sur).

    Después, tomaron las cenizas encendidas y las chispas que en el Muspellheim expulsa, y las pusieron en el centro del Abismo Abierto, tanto arriba como abajo para iluminar el firmamento y la tierra.

    Fijaron la situación de todas las estrellas: Unas en el cielo y otras que debían avanzar y retroceder bajo el cielo. Y fijaron sus lugares y trazaron sus veredas.

    Cuentan las antiguas tradiciones que de este trabajo resultaron las noches y los días y el cómputo de los años.

    Y no todo es eso ya que la tierra es redonda y abarca el hondo mar azul.

    A lo largo de las riberas externas del océano Odín, Vili y otorgaron tierras que se llamaron Yötuheim, a la raza de los Gigantes, para que se establecieran en ellas.

    Pero en el centro del mundo construyeron un muro fortificado, ciñendo esa región para defenderse de los gigantes enemigos y las edificaron con las cejas de Ymir. Llamaron Midgard a su baluarte.

    También cogieron sus sesos y formaron las nubes arrojándolos a los vientos.

    La creación de los humanos


    Paseándose por la playa del profundo mar, los hijos de Bor tropezaron con dos maderos arrojados por las olas, los recogieron y los tallaron con forma humana.

    El primero de los hijos les concedió el alma y vida; el segundo, el entendimiento y sensibilidad; y el tercero, figura y las facultades del habla, el oído y la vista.

    Les dieron vestidos, y les llamaron por sus nombres: al hombre Askr y a la mujer Embla (Fresno y Olmo).

    Estos dos procrearon toda la humanidad y tuvieron morada en Midgard.

  • Alma Sicaria

    Alma Sicaria

    Me observo por dentro, desborda remordimiento.

    La culpa, una agonía.

    El cruel tormento que me lleva a perder el aliento.

    Lagrimas de rabia caen y caen sin control. No existe peor dolor que el rasguño que marca, hiere y marchita el corazón.

    Lanzas del temor, culpa, pesares… Sobre mi vienen y vuelven a venir.

    El peor hostigamiento, tengo por seguro, mas que la culpa es no saber su motivo ni el por qué.

    Barreras, fronteras, látigos y quimeras… El peor de los castigos, la cruel espera.

    Mirarte en el espejo y no saber si el reflejo eres tú o es alguien más.

    Maldita agonía que viene y te espía, te tuerce y desquita, sacando del juicio, si es que aun se tiene. Sacudiendo y torciendo, hasta que la cordura reviente.

    Reacción ilusa ante la conciencia inerte, llevando luego a reflexionar. ¿Qué hice?, ¿qué hiciste?, ¿qué hemos hecho?

    Si no es que mas bien deshecho, paso a paso vagando en corto trecho, como la cruel tortura, esa que duele en el pecho.

    No sangras ni derramas, mas duele como la asfixia despertina que atormenta a tu alma abismal al despertar.

    Lloro y tú también lloras…

    Nos agobia la negligencia. Pero, peor que todo, la impertinencia, de al abrir los ojos en blanco el recuerdo volver a quedar.

    Como una imbécil sonámbula, cantadora andante, mas en nulo conjuro de la noche errante… Sin luz, sin luna, obedeciendo al amo sin cuna; su nada, su todo, tan solo un algo en realidad.

    Apenas ahora me doy cuenta.

    No hay ente que guíe. Han sido mis errores, como la locura que invade mi ser, sin entender la censura que yo misma me provoco al no saber actuar.

    Y gotea el escarlata desde la manos sobre mi cuerpo, impregnando mi ser de tu propia esencia, en tu ultima gota de fé, ahogada por la sed humana.

    Suplicando, implorando,exigiendo dices, el anonimato de mi verdad.

    Tu falsa agonía camufla el real sentido, ante el desborde de tu plenitud.

    Sin cerrar los ojos si quiera, pereces. Sin saberlo, sin quererlo. Incluso sin temerlo.

    Como el animal, instinto salvaje que caza y asesina, sin culpa ni arrastres.

    Viendo como las estrellas marcan el camino queda en duda, como el radar que busca andariega y errante.

    En la próxima jornada, cuando la noche se esconda, ¿quien será la victima que engatusado por la felina mirada, inerte a su cumbre llegará?