Categoría: MITOLOGÍA

  • La Primera Creación del Mundo… Creencia Asatrú (Eddas Vikingas)

    La Primera Creación del Mundo… Creencia Asatrú (Eddas Vikingas)

    El frío y el calor. La oscuridad y la luz.

    De la unión de estos dos espacios surgió la vida.

    Primero como un enorme ogro y después como una vaca gigante que le proporcionaría la leche con la que sobreviviría.

    Del sudor del ogro, en un mundo de nieves perpetuas, nacieron dos gigantes de escarcha que se alimentaban de las rocas salobres del lugar, formándose así de éstas los cuerpos de los primeros Dioses-hombres, que crearon la tierra, el mar y las montañas…

    Cuando aún no existía ni la tierra ni el mar ni el aire, cuando sólo existía la oscuridad, ya estaba allí el Allfather.

    Al empezar la creación,en el mismo centro del espacio se abría Ginnunga, el terrible abismo sin fondo y sin luz.

    A su norte estaba la tierra de Niflheim, un mundo de agua y oscuridad que se abría alrededor de la eterna fuente de Hvergelmir, en la que nacían los doce ríos del Elivagar.

    Hablamos de las doce corrientes que corrían hasta el borde de su mundo, antes de encontrarse con el muro de frío que helaba sus aguas, haciéndose caer también en el abismo central con un estrépito ensordecedor.

    Al sur de este caos estaba la dulce tierra de Muspells, el cálido hogar del fuego elemental, cuya custodia estaba encomendada al gigante Sutr.

    Este gigante era quien lanzaba nubes de centellas al blandir su espada llameante, llenando de su fuego el cielo. Pero este fuego a duras penas conseguía fundir los hielos del abismo.

    El frío volvía a vencer de nuevo, haciendo que se elevase una columna de vapor que tampoco podía escapar del abismo, puesto que al volver a encontrarse con el mundo del hielo, se condensaban las grandes columnas de humedad, llenando de nubes el espacio central.

    De este lugar surgió el gigante Ymir, la personificación del océano helado y nació con hambre voraz, que sólo pudo saciar con otra criatura nacida al mismo tiempo que él, la vaca gigante Audhumla, de cuyas ubres brotaban cuatro chorros de leche.

    Audhumla, buscando ávidamente su alimento, lamió un bloque de hielo y, fundiéndolo con su lengua, hizo aparecer el buen Dios Buri, enterrado desde tiempo inmemorial en los hielos perpetuos.

    Pero mientras, Ymir, dormido plácidamente alumbró sin darse cuenta, con el sudor de su axila, a Thrudgelmir, el gigante de las seis cabezas y éste hizo nacer después a su compañero Bergelmir, y de los dos salió la estirpe de todos los gigantes malvados del hielo.

    Y los gigantes del mar vieron al dios Buri, que acababa de engendrar a su hijo y aliado Börr.

    Comprendieron que entonces era el único momento en el que podía ser factible tratar de vencer al bien.

    Inmediatamente, los gigantes comenzaron la guerra.

    Pero las fuerzas estaban demasiado igualadas y el combate duraba ya eras, cuando Börr desposó a Bestia, la gigante hija del gigante Bolthorn.

    De esa unión engendraron tres hijos. Tres aliados inmediatos para su causa: Odín, Vili y Ve (representando el espíritu, la voluntad y lo sagrado, respectivamente).

    Con esta formidable ayuda el nuevo ejército del bien hizo retroceder a los malvados espíritus del hielo en retirada, hasta dar muerte al gigante Ymir (también llamado Hrim, el gigante de hielo, y Orgelmir), de cuyas tremendas heridas brotaban tales chorros de sangre que ahogaron a todos los de su raza, salvo a Bergelmir y su esposa, quienes pudieron ponerse a salvo a tiempo, huyendo en una barca hacia el límite del mundo.

    Logrado el éxito, Odín, Vili y Ve se llevaron el cadáver de Ymir al abismo, para con sus inmensos restos mortales poder comenzar a trabajar en la construcción de un mundo habitable.

    Con su piel construyeron la región de Midgard, o jardín central.

    Con los huesos se hicieron las montañas.

    Con su vello, la vegetación y con sus dientes, los acantilados, sobre los que colocaron las cejas del gigante, para fortificar la frontera con el mar, que lo rodeaba en otro círculo a su alrededor, construido con la sangre y el sudor de Ymir.

    Pero, a mucha distancia de ellos, Bergelmir y su mujer alcanzaron una inhóspita tierra que poco afectaba a esas criaturas del frío, estableciéndose en un lugar al que llamaron Jotun, la casa de los gigantes, en donde empezaron a dar vida a otra raza de gigantes del hielo con los que continuar la renovada lucha de las fuerzas opuestas.

    Así nació la Tierra.

    Ya sólo faltaba cerrar este nuevo mundo, y se creyó conveniente hacerlo, colocando sobre Midgard la bóveda craneana del derrotado gigante.

    Y así se hizo, encargando a los enanos Nordri, Sudri, Austri y Westri su sujeción en cada uno de los cuatro puntos cardinales que llevaban sus nombres.

    Con el cráneo puesto en su lugar se dio nacimiento al cielo. Pero, al colocarlo, los sesos se esparcieron por el aire y con sus restos se crearon las nubes.

    Sólo faltaba la iluminación de ese espacio y los dioses acudieron a Muspells, a hacerse con fuego de la espada de Surtr, fabricando con sus centellas las luces del firmamento.

    Con las dos mayores, los dioses realizaron el Sol y la Luna, colocándolas sobre dos carros que girarían sin parar sobre Midgard, turnándose incesantemente en el cielo.

    Eran carrozas guiadas por los dos hijos del gigante Mundilfari, su hija Sol y su hijo Mani (Luna).

    Ambas carrozas, para mantener viva la pugna constante entre el bien y el mal, serían eterna e inútilmente perseguidas por los dos lobos Skoll y Hatri, encarnaciones vivientes de la repulsión y del odio, que trataban de alcanzarlos, sin conseguirlo más que en alguna rara ocasión, cuando desde la Tierra se podía ver un eclipse de Sol, o uno de Luna, para lograr su malvado objetivo de devorar al Sol y a la Luna y hacer que la oscuridad perpetua cayera de nuevo sobre el Universo.

    Para hacer el día y la noche, se encargó al hermoso Dag, hijo de la diosa de la noche, Naglfari, llevar la carroza del día, tirada por Skin, el brioso caballo blanco que producía con sus cascos la brillante luz del día.

    Mientras que Note, la hija del gigante Norvi, se encargaba de conducir la carroza negra de la noche, que estaba tirada por su negro caballo Hrim, el que lanzaba a la tierra el rocío y la escarcha producido en su trotar.

    Más tarde, al cortejo celeste se le fueron añadiendo las seis horas, y las dos grandes estaciones, el invierno y el verano. Ya estaba la Tierra lista para ser ocupada por los primeros seres creados por los dioses.

    … Está escrito que desde su creación, Dioses y gigantes son enemigos y su destino es enfrentarse en una última batalla, que nadie podrá evitar, que acabará sin ganadores, representando el fin del primer mundo.

    Los hombres quedan en medio de estos dos.

    Se dice que esta guerra ocurrió varias veces en el pasado y que se repetirá. Es la última parte de un ciclo sin final.

  • Creaciones según los Nórdicos (Vikingos)

    Creaciones según los Nórdicos (Vikingos)

    Son muchas las Eddas, Mitos y Relatos de ésta hermosa cultura que hablan sobre el origen de las cosas, especies e ideas.

    Es por eso que he decidido traerles una recopilación de algunos que de pequeña me gustaban y ahora quise compartirles traducidas al español y explicada en algunos detalles, de manera cronológica.

    El mundo antes del mundo

    Al principio no había nada más que un Abismo Abierto, un enorme vacío llamado Ginnungagap.

    Sin embargo, esta región caótica, este «Ginnungagap«, no estaba vacía.

    Al norte se extendía el Niflheim (el hogar de la niebla), que había existido “incontables edades antes de ser creada la tierra”. Y, al sur, el Muspellheim.

    Estas dos regiones contrastaban como el hielo y el fuego, pues el Niflheim reinaba en el hielo y la niebla, mientras que el Muspellheim estaba invadido por las llamas y el calor.

    Del centro de Niflheim brotaba burbujeante, la poderosa fuente de todas las aguas, un pozo llamado Hvergelmir, el Caldero Rugiente.

    De él, brotaba Svöl, Gunnzrá, Fjörm Fimbulzul, Slidr, Hríd, Sylgr, Ylgr, Víd, Leiptr y Gjöll (el situado más cerca de las rejas de Hel).

    Había surgido del manantial de tiempos inmemorables, fermentado en una espuma venenosa que se sedimentó como las escorias que se forman en el horno. Y se endureció, dando lugar a la formación del hielo.

    Cuando el hielo se detuvo y dejó de fluir, se quedó suspendido donde el veneno de la espuma se solidificaba, y formó escarcha.

    Ésta niebla congelada creció y se esparció sobre todo lo que existía en Ginnungagap.

    A consecuencia de ello, el Abismo Abierto, situado en el cuadrante septentrional, se llenó de duro y crujiente hielo y escarcha procedente de las lluvias y las tempestades, mientras el firmamento meridional del Abismo destellaba por el efecto de las chispas y gases fundidos que brotaban del Muspelheim.

    La aparición de los primeros seres

    De las gotas fermentadas, que cobraban vida en virtud del poder que desprendía el calor, se formó la imagen del hombre.

    Su nombre es Ymir, aunque los Gigantes Helados lo llamaban Aurgelmir (Olla de Barro), pues afirmaban que de él descendía toda su raza.

    No era un Dios, sino una criatura maligna, como toda su casta, llamada Ettins (Gigantes Helados).

    Se cuenta que mientras dormía, Ymir empezó a sudar y debajo de su mano izquierda crecieron un macho y una hembra; después nacieron un hijo tras otro. Y de ellos surgió la raza de los Ettins.

    Inmediatamente después de que la escarcha empezara a gotear, se solidificó en la vaca Audhumla, de cuyas ubres brotaban cuatro ríos de leche.

    Ella fue la que alimentó a Ymir.

    También la vaca Audhumla necesitaba comer. Lamió las peñas de hielo, y las encontró saladas.

    El primer día que lamió en las rocas apareció en ellas, por la tarde, la cabellera de un hombre; el segundo día, una testa humana, y el tercero, un hombre completo.

    Recibió el nombre de Buri, de bello semblante, alto y fuerte.

    Los primeros Dioses y la destrucción de Ymir

    Engendró un hijo llamado Bor, que tomó por mujer a Bestla, hija del gigante Bölzorn (Espina perniciosa).

    Estos tuvieron tres hijos: Odin, Vili y .

    Los hijos de Bor golpearon la cabeza del gigante Ymir, de cuyas heridas brotó tanta sangre cuando se abatió, que todos los gigantes helados se ahogaron, con la excepción de uno solo, el cual logró salvarse con su familia. Los gigantes le llaman Bergelmir.

    La creación del mundo


    Luego Odin, Vili y cogieron el cadáver de Ymir y lo arrojaron al centro del Abismo Abierto e hicieron de él la Tierra.

    Y con su sangre crearon los lagos y los mares.

    De hecho, la Tierra se fabricó de su carne, y las escarpas montañesas de sus huesos; rocas y aristas hicieron de los dedos de sus pies, de su doble dentadura y las esquirlas de sus huesos quebrados.

    La aparición de los Enanos

    Así cobró ser una nueva raza.

    Los enanos que tomaron forma y vida en el cuerpo de Ymir, eran entonces como gusanos. Más una palabra de los dioses, cobraron consciencia con la inteligencia de los hombres y adoptaron un aspecto humano.

    Vivieron en la tierra y en las peñas.

    Cuatro de aquellos enanos fueron elegidos para una función importante.

    La terminación del mundo


    Los hijos de Bor cogieron la calabera (de Ymir) y formaron con ella el cielo, colocándola en lo alto, encima de la tierra, con un enano en cada una de sus cuatro esquinas para sostenerlo así.

    Estos enanos se llamaron Austri, Vestri, Norðri,y Suðri (Este, Oeste, Norte y Sur).

    Después, tomaron las cenizas encendidas y las chispas que en el Muspellheim expulsa, y las pusieron en el centro del Abismo Abierto, tanto arriba como abajo para iluminar el firmamento y la tierra.

    Fijaron la situación de todas las estrellas: Unas en el cielo y otras que debían avanzar y retroceder bajo el cielo. Y fijaron sus lugares y trazaron sus veredas.

    Cuentan las antiguas tradiciones que de este trabajo resultaron las noches y los días y el cómputo de los años.

    Y no todo es eso ya que la tierra es redonda y abarca el hondo mar azul.

    A lo largo de las riberas externas del océano Odín, Vili y otorgaron tierras que se llamaron Yötuheim, a la raza de los Gigantes, para que se establecieran en ellas.

    Pero en el centro del mundo construyeron un muro fortificado, ciñendo esa región para defenderse de los gigantes enemigos y las edificaron con las cejas de Ymir. Llamaron Midgard a su baluarte.

    También cogieron sus sesos y formaron las nubes arrojándolos a los vientos.

    La creación de los humanos


    Paseándose por la playa del profundo mar, los hijos de Bor tropezaron con dos maderos arrojados por las olas, los recogieron y los tallaron con forma humana.

    El primero de los hijos les concedió el alma y vida; el segundo, el entendimiento y sensibilidad; y el tercero, figura y las facultades del habla, el oído y la vista.

    Les dieron vestidos, y les llamaron por sus nombres: al hombre Askr y a la mujer Embla (Fresno y Olmo).

    Estos dos procrearon toda la humanidad y tuvieron morada en Midgard.