Categoría: FILOSOFEANDO ANDO

  • Cúmulo de por qués

    Cúmulo de por qués

    Supongo que en algún momento de nuestra vida llega ese instante en el que nos preguntamos «¿por qué?», aún cuando puede que sospechemos la respuesta, como si pidiéramos a gritos por auxilio.

    Un bocado de aliento que pueda volver a dar vida a nuestros pensamientos aturdidos por la duda, la intriga de las experiencias que nos presenta la existencia misma.

    Lo más particular del asunto es cuando, a la hora de ser, aún en búsqueda de vivencias opuestas al pasado se repita la situación, resurja la duda. Y así, ya no es un simple ¿por qué?, sino un saco repleto de interrogantes sin respuesta, no porque no existan, sino por el hecho de que deseamos que se mantengan en incógnitas, debatiendo entre razones.

  • La Egomanía de la Comprensión Ajena

    La Egomanía de la Comprensión Ajena

    Existen distintos tipos de experiencias y por supuesto, distintas formas de vida.

    Es egoísta suponer que porque una vivencia nos genere una epifanía inconmensurable, será visto de tal manera para aquellos que nos rodeen. Más aún, a sabiendas, esto representa que tal persona considerase nuestros verdaderos intereses e intentase comprender la perspectiva individual ajena.

    Pero cómo bien sabemos, el ser humano es codependiente, egoísta y evolutivo. Vive constantemente en búsquedas de sí mismo, conscientes o inconscientes.

    De aquí que, muchas veces, aunque estemos al tanto de tales lógicas indiscutibles del cómo somos y la probabilidad del cómo podrían ser los otros, constantemente nos encontramos a la espera de un posible resultado alternativo, regido por la mínima verosimilitud de un cambio notorio casi inmediato.

    Aunque lo imposible no es posible, en la indiscutible contrariedad de la frase misma, se encuentra tendiendo del hilo de las providencias del mero trámite de la comprensión humana arraigada a su pilar más fuerte, la comunicación.

    He aquí que en casos ocurrentes, aún bajo el intento de finiquitar tal proceso de entendimiento, por las mismas desigualdades y perspectivas variantes se genere un embrollo enmarañado a nuevas retóricas de nunca acabar.

    Como si se tratase de un exhaustivo duelo, muchas veces irreverente, se intercambian razones y emociones a flor de piel que expresan el por qué individualizado bajo el pretexto evasivo en socapas que usan al prójimo cual artillería en el combate.

    Y así queda, en un ciclo sinfín, a veces simulando razones saldadas y en otras, premisas paulatinas que aparentan la idea de escalonar cada vez más cerca de lo que pareciera es una línea de meta inexistente.

  • Ciclo de Esperanza de un Alma Inocente Corrompida

    Ciclo de Esperanza de un Alma Inocente Corrompida

    La vida está compuesta de finales y principios. Es la esencia básica de la naturaleza misma. Con cada cierre, renace un nuevo y puro homúnculo tornasol.

    Muchas veces, las penumbras del sosiego aniquilan de forma abrupta la intensidad del centelleo ingenuo e infantil. Quiebran su fe.

    La ligereza de los pasos se vuelven fangosos y ruines, como los tormentos que juegan con la ilusión del quien que cualquiera podría ser. Supone la sed de una razón, que resurge en la bajeza del desconcierto.

    Cuando del alma ciega y cómoda se trata, la ingenuidad corrompida olvida la verdadera razón, convirtiéndose en un ser esperanzado y da a existir un mundo atestado de abacerías análogas.

    Siendo así, que se convierten en la misma boca de lobo de aquellos que aún son desemejantes de su apatía originada por la inocencia aniquilada, juzgada como una euforia de ensoñación irreal, que no fue más que una alteración de propias ideas desde la perspectiva “inculta”, según influenciada por la sociedad del hoy en día.

    De pronto, la moral se encuentra abrumada por la ética construida de los indolentes engravecidos por su falsa conciencia gris en vez de ser respaldada la ética por la moral del individuo existencial.

    Y claro, aparece una centella a la mar. Una clavelina que decidió despertar. Como la pureza inquebrantable que palpita dentro de cada homúnculo dormido.

    Un alma que no fue tocada por las pastosas hebras al acecho de la candidez genuina.

    Aquel ser que, aunque se encontró en cara con la vida, decidió enfrentarla aun sin escudo ni espada. Con defensa en su propia palabra y su fe en lo autónomo, fuerte como dientes de lapa en corazas sin dejar rastro alguno, tal cual zafiro en bruto.

    Es en su interior, sin saber lo que es, que empieza a despertar en la mente ajena la luz que se proyecta en sus ojos y la calidez en su piel.

    Así, la esperanza se vuelve fe, la tristeza se torna en alegría, el vacío se encuentra lleno y las escalas del gris se tornan de diversos colores.

    Vuelve a renacer en sí mismo. 

  • Falsas Temporalidades Modernas

    Falsas Temporalidades Modernas

    Devastadora.

    Si tuviera una palabra para describir lo que la humanidad refleja de su propia esencia sería devastación, incoherencia, ignorancia e hipocresía.

    Objetivos andantes, pensamientos fugaces. Cada vez pesa más lo que corre en las venas y en menor la atención que cargan las almas a este peso, omnipresente en las acciones de cada individuo.

    ¿Siquiera sabes quién eres tú?

    Estructuran un idealismo absurdo y equívoco de la individualidad, en una desesperación obtusa por representar la idea de lo único como tangible, haciendo caso omiso a lo que la singular exclusividad simboliza.

    Las lágrimas se han vuelto cual petróleo, duales entre esencias aromáticas y azufre, viscosas y mullidas. Las sonrisas escandalosas y aturdidas, repletas de agujas que revelan escrúpulos adheridos a verdades incomprendidas y enterradas, bajo el manto de ideales figurados en pixeles.

    Pareciera que descubrieran que en realidad el tiempo se trenza y enmaraña, volviéndose uno el futuro y pasado, mientras ahogan sin piedad el presente, suplicante de un leve aliento, ante la idea de ser ignorado.

    Pero es ignorado, no olvidado. Conmemorado en cada hecho irreverente o sin pretexto, ante la lógica absurda y superflua de existir sin percepción del antes o después, cual hipócritas absurdos que encapsulan pensamientos y momentos en barajas listas para el próximo duelo.

    Recalco, lo iluso está en el hecho de la contradicción de las acciones, no en la idea de vivir en el ahora.

    Más mi duda se subraya sola ante el hecho de, ¿si viviesen de tal manera, podría haber un «ahora» si se agotaran los mañanas, considerando terminaran de enterrar el supuesto ayer?

  • Siendo un auto-estorbo

    Siendo un auto-estorbo

    Cuantas veces nos hemos detenido y entorpecido el camino buscando razones, motivos y culpables…

    No sé ustedes, pero yo podría decir que he perdido la cuenta. Más que por ser cierto, para que fuese aún mayor el vínculo a la historia.

    Pero no. El interés por esas absurdas hipocresías en búsqueda de enganchar en el melodrama expresado lo dejaré para otro artículo.

    Que bazofia mundana podemos ser muchas veces, enmascarados ante la supuesta ignorancia del hecho. No es que no lo sepamos, es que simplemente decidimos no saber. Muchas veces, cómo un acto inconciente, una coraza que nos proteje o simplemente por existir en modo automático.

    No digo que esto esté bien o esté mal. Eso lo dejo a la moral de cada quien. Allá tu si lo ves así o no. Tan solo estoy diciendo aquello que muchas veces podría haberme sido útil decirme a mi misma, pero que no lo hice porque no tenía las agallas o siquiera el saber de ello.

    Y les seré sincera, ser una bazofia mundana tiene sus lados positivos. Somos humanos, no entes purificados en la cima del Monte Kailash o iluminados del Tantraloka. Mis respetos, si quien lee esto se encuentra entre los dichosos de alcanzar tal logro. Bien sabemos, si ha de ser el caso, que se comprenderá el contexto del asunto hablado, entendiendo va más allá de la idea de lo espiritual y lo mundano. Se entendería entonces, que se requiere un equilibrio y fácilmente se puede tener un lazo inquebrantable con lo etérico sin perder la chispa de las maravillas terrenales.

    O quizás no, que se yo. Solo sé que en este momento mis intereses por indagar y escudriñar entre temas esotéricos y filosóficos son nulos.

    ¡Ja! ¿Se imaginan? La yo del pasado se jactaría de refregarme la frase previa en el rostro y en extrema cortesía abofetearme con la realidad de lo ahí expresado.

    «Solo léete y entérate de que eso no será así ni siquiera bajo orden de tu mismo Yo». Puedo escucharme en mi cabeza diciéndolo. Bueno, es que en efecto lo estoy haciendo, por lo que es una ironía redundante.

    Yendo al grano, que sino no habrá semilla nueva.

    En estos días he andado en esas donde parece que todo a tu alrededor te asfixia y agobia entre actos que no se agotan siquiera tras telón, en una obra sin pausa. Quien me conoce sabe, mi eterna frase es que siempre debemos conservar una mente positiva.

    Aún lo creo así. No estoy diciendo que no haya un algo hermoso detrás de todo, sino que al contrario, es así. Pero, nosotros mismos nos enjaulamos en estupideces que excusan el atrevernos a ver lo hermoso por temor, duda, comodidad o el sinfín de razones que podrían haber, que nos hacen sentir que es correcto ir al camino fácil de generar una socapa a nuestra falta de osadía.

    Sí, osadía. Pues les diré un secreto. No hay nada más difícil que permitirte a ti mismo ser y ver el mundo en sus mejores facetas.

    ¿No me crees? Entonces inténtalo.

    Asimilar cómo cada minuto, cada circunstancia aunque golpee, rompa y grite, por más injusto e indebido que sea, puede tener un algo positivo, si se le percibe y enfoca de la manera «correcta».

    Y que conste, eso no significa que porque pueda tener una utilidad positiva o verse desde un ángulo prometedor, implique que dichas atrocidades sean gratas y justas.

    No se debe confundir el caos hermoso y necesario para un equilibrio existencial con las injusticias y atrocidades infundamentadas.

    Por lo que, volviendo al versículo de mi registro existencial, estos días con su extremo dilema y notorio escrutinio de los Dioses junto al universo mismo por ver quien vencería entre Yo y la Adversidad (lo sé, que egolatría la mía), terminamos en una encrucijada de esas donde hemos traspasado la neblina y cruzado la marca de meta en la carrera, pero hemos seguido avanzando a marcha larga, sin fijarnos siquiera quien ha ganado…

    Y es que al final del asunto, ¿acaso dicho reconocimiento haría alguna diferencia?