Por mi libre albedrío

Y caen las lagrimas sobre mis mejillas, en un debate cruel e impertinente entre mi mundo y el de quienes le comparten.

En el inoportuno de la ironía que nos presentan los carceleros de nuestra voluntad, como si no fuésemos nosotros mismos quienes le permitimos el dominio del propio raciocinio, como un pensamiento obtuso que nos encierra en la opinión cuadrada de aquellos que desconocen el sentido de nuestra capacidad de obtener el libre albedrío.

Y nuestro encierro nos obliga a huir al trote, ritmo de tambores, que se van haciendo mas fuertes ante la intensidad de los himnos.

¡Que centellen las flamas! grita mi voz, ¡Que sea libre mi alma!

No mas mentiras, no mas maltratos, soy lo que soy, no vivo en retratos.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *