Siendo un auto-estorbo

Cuantas veces nos hemos detenido y entorpecido el camino buscando razones, motivos y culpables…

No sé ustedes, pero yo podría decir que he perdido la cuenta. Más que por ser cierto, para que fuese aún mayor el vínculo a la historia.

Pero no. El interés por esas absurdas hipocresías en búsqueda de enganchar en el melodrama expresado lo dejaré para otro artículo.

Que bazofia mundana podemos ser muchas veces, enmascarados ante la supuesta ignorancia del hecho. No es que no lo sepamos, es que simplemente decidimos no saber. Muchas veces, cómo un acto inconciente, una coraza que nos proteje o simplemente por existir en modo automático.

No digo que esto esté bien o esté mal. Eso lo dejo a la moral de cada quien. Allá tu si lo ves así o no. Tan solo estoy diciendo aquello que muchas veces podría haberme sido útil decirme a mi misma, pero que no lo hice porque no tenía las agallas o siquiera el saber de ello.

Y les seré sincera, ser una bazofia mundana tiene sus lados positivos. Somos humanos, no entes purificados en la cima del Monte Kailash o iluminados del Tantraloka. Mis respetos, si quien lee esto se encuentra entre los dichosos de alcanzar tal logro. Bien sabemos, si ha de ser el caso, que se comprenderá el contexto del asunto hablado, entendiendo va más allá de la idea de lo espiritual y lo mundano. Se entendería entonces, que se requiere un equilibrio y fácilmente se puede tener un lazo inquebrantable con lo etérico sin perder la chispa de las maravillas terrenales.

O quizás no, que se yo. Solo sé que en este momento mis intereses por indagar y escudriñar entre temas esotéricos y filosóficos son nulos.

¡Ja! ¿Se imaginan? La yo del pasado se jactaría de refregarme la frase previa en el rostro y en extrema cortesía abofetearme con la realidad de lo ahí expresado.

«Solo léete y entérate de que eso no será así ni siquiera bajo orden de tu mismo Yo». Puedo escucharme en mi cabeza diciéndolo. Bueno, es que en efecto lo estoy haciendo, por lo que es una ironía redundante.

Yendo al grano, que sino no habrá semilla nueva.

En estos días he andado en esas donde parece que todo a tu alrededor te asfixia y agobia entre actos que no se agotan siquiera tras telón, en una obra sin pausa. Quien me conoce sabe, mi eterna frase es que siempre debemos conservar una mente positiva.

Aún lo creo así. No estoy diciendo que no haya un algo hermoso detrás de todo, sino que al contrario, es así. Pero, nosotros mismos nos enjaulamos en estupideces que excusan el atrevernos a ver lo hermoso por temor, duda, comodidad o el sinfín de razones que podrían haber, que nos hacen sentir que es correcto ir al camino fácil de generar una socapa a nuestra falta de osadía.

Sí, osadía. Pues les diré un secreto. No hay nada más difícil que permitirte a ti mismo ser y ver el mundo en sus mejores facetas.

¿No me crees? Entonces inténtalo.

Asimilar cómo cada minuto, cada circunstancia aunque golpee, rompa y grite, por más injusto e indebido que sea, puede tener un algo positivo, si se le percibe y enfoca de la manera «correcta».

Y que conste, eso no significa que porque pueda tener una utilidad positiva o verse desde un ángulo prometedor, implique que dichas atrocidades sean gratas y justas.

No se debe confundir el caos hermoso y necesario para un equilibrio existencial con las injusticias y atrocidades infundamentadas.

Por lo que, volviendo al versículo de mi registro existencial, estos días con su extremo dilema y notorio escrutinio de los Dioses junto al universo mismo por ver quien vencería entre Yo y la Adversidad (lo sé, que egolatría la mía), terminamos en una encrucijada de esas donde hemos traspasado la neblina y cruzado la marca de meta en la carrera, pero hemos seguido avanzando a marcha larga, sin fijarnos siquiera quien ha ganado…

Y es que al final del asunto, ¿acaso dicho reconocimiento haría alguna diferencia?

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