Pensamientos de una Hikikomori Occidental

¿Alguna vez te has detenido a observar, escuchar o siquiera intentar entender un poco el que ocurre dentro de las mentes de los otros?

Constantemente veo a las personas pasar de largo a los otros más allá de superfluas comparaciones absurdas con la idealización de sentirse superiores a base de la mediocridad ajena.

El mundo se torna en un caos tan abismal y abrupto, que no logras deducir cuando alzará ni cuando se hincará en tu espalda la colina.

Que conste, lo caótico a menudo es hermoso, desafiante y por sobretodo, tentador. Normalmente, es la resistencia a esa tentación, bajo el reconocimiento de lo que es realmente útil a la existencia personal individualista, lo que te hace reconocer tu propio espacio libre de escrúpulos que desequilibran los metódicos plazos establecidos.

Tu cuarto es de esos espacios que puedes reconocer como tuyos, como parte de tu identidad. Lo que le compone es un trozo indiscutible de tu existencia lejana de las miseras migajas que se esconden de ti esparcidas por el mundo.

Las personas dicen que al no salir nos aprisionamos, como en una tortura auto-impuesta… Pero no es así.

En ese pequeño trozo del mundo podemos buscar en nuestra alma, encontrarnos a nosotros mismos; resguardar los pensamientos y liberar las ideas. Es un espacio donde podemos gritar sin sentirnos mudos, luchar como héroes en nuestras propias contiendas, bailar el compás que nuestros pies exijan y soñar con lo que fue y será.

Esa supuesta prisión no se encuentra en una habitación sino en una idea. Un simple trozo de tu pensamiento que puede perseguirte hasta el fin de tu existencia. Una pequeña pieza rota del rompecabeza, que te hará sentir eternamente ese espacio vacío sin llenar, que solo puede encontrarse en tu rincón del mundo.

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