La Egomanía de la Comprensión Ajena

Existen distintos tipos de experiencias y por supuesto, distintas formas de vida.

Es egoísta suponer que porque una vivencia nos genere una epifanía inconmensurable, será visto de tal manera para aquellos que nos rodeen. Más aún, a sabiendas, esto representa que tal persona considerase nuestros verdaderos intereses e intentase comprender la perspectiva individual ajena.

Pero cómo bien sabemos, el ser humano es codependiente, egoísta y evolutivo. Vive constantemente en búsquedas de sí mismo, conscientes o inconscientes.

De aquí que, muchas veces, aunque estemos al tanto de tales lógicas indiscutibles del cómo somos y la probabilidad del cómo podrían ser los otros, constantemente nos encontramos a la espera de un posible resultado alternativo, regido por la mínima verosimilitud de un cambio notorio casi inmediato.

Aunque lo imposible no es posible, en la indiscutible contrariedad de la frase misma, se encuentra tendiendo del hilo de las providencias del mero trámite de la comprensión humana arraigada a su pilar más fuerte, la comunicación.

He aquí que en casos ocurrentes, aún bajo el intento de finiquitar tal proceso de entendimiento, por las mismas desigualdades y perspectivas variantes se genere un embrollo enmarañado a nuevas retóricas de nunca acabar.

Como si se tratase de un exhaustivo duelo, muchas veces irreverente, se intercambian razones y emociones a flor de piel que expresan el por qué individualizado bajo el pretexto evasivo en socapas que usan al prójimo cual artillería en el combate.

Y así queda, en un ciclo sinfín, a veces simulando razones saldadas y en otras, premisas paulatinas que aparentan la idea de escalonar cada vez más cerca de lo que pareciera es una línea de meta inexistente.

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