Categoría: PENSARES DESCLASIFICADOS

  • Palabras a sí misma #2

    Palabras a sí misma #2

    Recuerdo esos días, aquellos en que el sol danzaba entre las ramas mientras el rocío dibujaba en la ventana.

    Días complejos y a la vez simples, que escondían dulces sonidos y amargos sabores, ahora difíciles de encontrar.

    Recuerdo el tacto de la brisa que acariciaba las pieles, en ese entonces, sensibles a lo celestial.

    Esos tiernos cortejos de las flores que danzaban a la par de los vuelos que hacían mi falda y mi cabello en unísono, bajo la luna.

    Recuerdo el calor de las palabras que no necesitaban ser pronunciadas, cubiertas de la fría corteza del árbol viejo, gran sabio contador de historias.

    Azahares que adornan lo invisible, imperceptible para aquel que no desea ver.

    Oh, por sobre todo recuerdo cuando no eran recuerdos sino hechos, que apuñalaban el corazón y se convertían en escalofríos a través de la columna vertebral.

    No puñales hirientes, sino verdades directas, sin envolturas de sedas ni purpurina en exceso, impactantes al momento para convertirse en anestesia a través de la tierra húmeda bajo mis pies que encaminaba mis pasos ante lo que debiera ser.

    Recuerdo lo que era, recuerdo lo que iba a ser. Me recuerdo al recordar lo que iba a escribir.

    Ojos cerrados, guiados por fuerzas que permiten ver cuando dejamos de observar.

    Y me recuerdo a mí, esa yo de aquel entonces, tan igual y al mismo tiempo tan diferente, a lo que ahora soy.

    A ti, yo del pasado, te recuerdo y quiero agradecer.

  • Palabras a sí misma #1

    Palabras a sí misma #1

    ¿Qué es lo que de verdad quieres en la vida, pequeña?, dice una voz a las anchas. Sus ojos cristalinos reflejan el vacío que yace frente a sus narices.

    ¿Qué es lo que de verdad quiero, he de saber?

    Un vacío se refleja, pues es un vacío lo que se esconde alrededor de su cuerpo, percibiendo voces ahora ya perdidas.

    No hay respuesta a la pregunta, cual no hay dueño de las palabras pronunciadas.

    Si aquel vacío estuviese lleno, y fuese suya la potestad de erguir un nuevo mundo, ¿podría discernir que pertenecería a lo nuevo y que debería permanecer en el vacío?

  • El adarve a mis anhelos

    El adarve a mis anhelos

    Aquí estoy, sentimiento a flor de piel, resurgiendo en la carencia de lo que yace ahora en el supuesto olvido.

    Es el pasado, eso lo sé. Más sus hiedras cual farotón, desparpajo e impertinente verdulero, cuchichean con las puertas entreabiertas soltando ideas apolilladas.

    Incursionan en la osadía a la perplejidad frecuente ante el hecho de que han sido escuchadas, simulando ser cual gallinas escandalosas conscientes de su fechoría, en supuesto acto premeditado.

    Podría adverarse sus propósitos bajo la idea de accionar cual leude de un trono vacío, guiados por egregores enmascarados en la auspicia y mansalva, mientras acongojan el espectador.

    Y es que me encuentro en bruces contra esta situación desesperada, donde mis lógicas se amarran a las venas, arropándose de pena y amordazando el verbo propio.

    Me encuentro de frente contra mi propio adarve, que a duras penas simulaba la barrera que separaba las heridas del ayer con el ahuciado mañana.

    ¿Cuantas veces no ha ocurrido ya?

    Pero cual proverbio japonés, de siete caídas me he levantado ocho.

    No se si es algo bueno, no se si es algo malo. Simplemente se, es lo que es.

    Quisiera poder enmudecer sus juicios y mitigar sus dudas. Más me miro en el espejo y noto que no importa cuanto escale, el adarve sube y sube.

    No me rendiré, pues más que temerle a la caída, es por el vacío que demuestra no hay ya nada que perder.

    Quizás no sea a la octava, sino a la novena…

    Bien se algún día al levantarme, sabré es la última pues habré vencido.

  • Modernización del Ego

    Modernización del Ego

    Comienzo a notarlo, no es un escalofrío. Se convierte en una tormenta interna.

    Estruja y estremece.

    Lotos que florecen sobre la piel escamada de viejas heridas y sus lodosas huellas.

    Quiebra la cascara del cuerpo en trozos. Se convierte en jardín andante.

    Transpolar a través de los cimientos del alma misma, en las laderas de la historia.

    No se trata de una mutación ni es un germen invasor.

    Corta y amasa. Transforma cada rincón hasta desconocer la forma misma.

    Muta, hasta estar en la inopia sobre sí misma. Globaliza las formas del ideal.

    Se reconoce y otorga mérito de un ser latente.

    ¿El que fue pasa a ser una inanición del alma?, ¿Acaso era el ocupante no legítimo que privaba el paso a la existencia hueca?

    Anomalía y ambigüedad que corroe la aceptación.

    ¿Debe ser reconocido el primordial que fue en el pasado o el adaptable del ahora?

  • Su decoro respectivo

    Su decoro respectivo

    Parece una vida hermosa, soñada, perfecta.

    Rostros felices, platos llenos, espacioso hogar.

    ¿Por qué no?, seguro que lo es.

    Lealtad altruista, bondad inagotable. Altos estandares, logros incomparables.

    Un ser vivo intachable, irreprochable, insuperable. Diamante en su cabal, loto en grata devoción.

    Pero por dentro, el corazón se desmorona. Hasta el compás de sus latidos parece carente de autenticidad, cuando en realidad las formas genuinas se ahogan en gritos bajo los cimientos de la compostura.