Desconocidos en las entrañas

Hoy me encuentro cautiva ante la idea de lo que un completo extraño puede impactar en la existencia.

Una simple frase, una leve ausencia de aquello que empezabas a querer reconocer como símbolo de pertenencia y eso es todo, has caído.

De pronto, pasa a ser un algo absoluto. Tan yacente en tu vida, que tu propia presencia podría ser considerada en segundo plano.

Suena loco, ¿cierto?

Pero tiene un sentido, una razón, una coherencia entre hechos. Al menos eso me digo a mi misma.

Darle tanto poder a algo ajeno y sin fundamentos sería iluso. Pero una acción ilusa respaldada es un algo aceptado que se suele disfrazar en una negación de lo que es realmente. Un engaño a uno mismo tan ingenuo que seduce las entrañas al punto de entrelazar hilos de fantasía.

Y ahí, en esa región finita de caótica cautela y añoranza que atrae cual gravedad tus pensamientos en vuelo hasta la idea de esa representación «desconocida», cual un agujero negro supermasivo que te captura dentro de sus hiedras hasta convertirse en un solo ser…

Ahí, en ese punto diminuto y finito que parece inagotable es que te reconoces y con ello, reconoces por necesidad de facto, no de iure, que necesitas conocerle.

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