Etiqueta: Sucesos y Sentires de la Vida

  • Ciclo de Esperanza de un Alma Inocente Corrompida

    Ciclo de Esperanza de un Alma Inocente Corrompida

    La vida está compuesta de finales y principios. Es la esencia básica de la naturaleza misma. Con cada cierre, renace un nuevo y puro homúnculo tornasol.

    Muchas veces, las penumbras del sosiego aniquilan de forma abrupta la intensidad del centelleo ingenuo e infantil. Quiebran su fe.

    La ligereza de los pasos se vuelven fangosos y ruines, como los tormentos que juegan con la ilusión del quien que cualquiera podría ser. Supone la sed de una razón, que resurge en la bajeza del desconcierto.

    Cuando del alma ciega y cómoda se trata, la ingenuidad corrompida olvida la verdadera razón, convirtiéndose en un ser esperanzado y da a existir un mundo atestado de abacerías análogas.

    Siendo así, que se convierten en la misma boca de lobo de aquellos que aún son desemejantes de su apatía originada por la inocencia aniquilada, juzgada como una euforia de ensoñación irreal, que no fue más que una alteración de propias ideas desde la perspectiva “inculta”, según influenciada por la sociedad del hoy en día.

    De pronto, la moral se encuentra abrumada por la ética construida de los indolentes engravecidos por su falsa conciencia gris en vez de ser respaldada la ética por la moral del individuo existencial.

    Y claro, aparece una centella a la mar. Una clavelina que decidió despertar. Como la pureza inquebrantable que palpita dentro de cada homúnculo dormido.

    Un alma que no fue tocada por las pastosas hebras al acecho de la candidez genuina.

    Aquel ser que, aunque se encontró en cara con la vida, decidió enfrentarla aun sin escudo ni espada. Con defensa en su propia palabra y su fe en lo autónomo, fuerte como dientes de lapa en corazas sin dejar rastro alguno, tal cual zafiro en bruto.

    Es en su interior, sin saber lo que es, que empieza a despertar en la mente ajena la luz que se proyecta en sus ojos y la calidez en su piel.

    Así, la esperanza se vuelve fe, la tristeza se torna en alegría, el vacío se encuentra lleno y las escalas del gris se tornan de diversos colores.

    Vuelve a renacer en sí mismo. 

  • Ella.

    Ella.

    Ella está agotada, ella está marchita.

    Cada día ahoga gritos que ni la sordera podría desvanecer.

    Ella está quebrada, ella está mustia.

    Su reflejo se vuelve borroso mientras su sombra gana espacio, entrelazada en los pasos venideros y rotundos.

    Ella se ha perforado el alma, sin intención ni anestesia, mientras encara facetas que ni la vida suponía posibles.

    Se mira en las aguas, temples ante su presencia, mientras sin razonamiento alguno van cruzando en sus gestos las emociones encaradas.

    Inesperado acto, en el que una gota salada cae en las aguas aturdiendo la quietud al dibujar leves olas al ritmo de sus latidos.

    Acerca el rostro, se dice ella.

    Atónita pero no aturdida ante la mar que surca sus ojos en lo que parece ser una mirada de grandes ojos enrojecidos por un llanto estruendos de los pensamientos irreverentes.

    El que indaga sin discreción, descubre sin razón.

    El instinto pudo más, al querer saber si al tacto las olas se vuelven eternas.

    Atraviesa las aguas, para al mismo lugar volver.

    Misma idea, mismo reflejo, pero no es la misma ella.

    La mar ya no gotea. Se ha convertido en perlas que adornan la cabellera.

    El azul ha sido uno en su mirada, que impregnándose, ha invadido el carmín y ha derretido el oro, ahora escondido detrás del cielo que grita emociones bajo un par de parpados chispeantes y curiosos al ver que la curva que las aguas muestran en su boca lucirá permanente en su imagen.

    Ella estaba confusa, ahora ella está clara.

    Cual alta mar al amanecer luego de la tormenta, que ha sacudido hasta los cimientos para luego parecer jamás haber rozado con su forma.

    Ella es certera, ella es resplandeciente.

    Pues ahora tiene en claro no solo lo que le rodea sino también lo que guarda en su interior.

  • Súplicas de un Indulto irreverente

    Súplicas de un Indulto irreverente

    Más que una agonía, es una penitencia que nos imponemos cuando el hecho nos presenta una acción contradictoria a aquello que idealizamos de nosotros mismos en el acto ejercido en el presente.

    No hay cese al debate interno, así sea por un intervalo definido convertido en infinito, para la respuesta tardía que se debía enfrentar a la vivencia, en el pleno instante que se llevaba a cabo.

    Esta negligencia, a falta de coherencia, solo termina determinando lo que podemos registrar en la memoria cómo un completo hecatombe, donde las múltiples victimas han de ser uno mismo en sus tantas posibles facetas.

    O, acaso, ¿podría definirse cómo un mero arrepentimiento?

    En cierta forma, siendo un debacle debido al razonamiento lerdo para no decir abrupto, de una mente en extremo lógica pero que, al ser expuesto ante lo que le es naturalmente «radioactivo», se torna impulsiva y contundente, para no decir que a duras penas se le podría halagar con el enfoque de la torpeza.

    Podría excusarse en la suposición de un tiempo no lineal, haciendo designio al esfuerzo de buscar maneras de reciclar momentos para excusar lo ocurrido, en vez de subrayar nuevas acciones que expongan los verdaderos deseos.

    Indiferente de ello, se convierte en una hipocresía hacia uno mismo, escudado en este ciclo sinfín que encuentra raíz en la pobreza mental ya mancipada por una inercia metafórica que empuja el siguiente movimiento antes de siquiera reaccionar a lo ocurrido, cómo un efecto dominó.

  • Palabras a sí misma #2

    Palabras a sí misma #2

    Recuerdo esos días, aquellos en que el sol danzaba entre las ramas mientras el rocío dibujaba en la ventana.

    Días complejos y a la vez simples, que escondían dulces sonidos y amargos sabores, ahora difíciles de encontrar.

    Recuerdo el tacto de la brisa que acariciaba las pieles, en ese entonces, sensibles a lo celestial.

    Esos tiernos cortejos de las flores que danzaban a la par de los vuelos que hacían mi falda y mi cabello en unísono, bajo la luna.

    Recuerdo el calor de las palabras que no necesitaban ser pronunciadas, cubiertas de la fría corteza del árbol viejo, gran sabio contador de historias.

    Azahares que adornan lo invisible, imperceptible para aquel que no desea ver.

    Oh, por sobre todo recuerdo cuando no eran recuerdos sino hechos, que apuñalaban el corazón y se convertían en escalofríos a través de la columna vertebral.

    No puñales hirientes, sino verdades directas, sin envolturas de sedas ni purpurina en exceso, impactantes al momento para convertirse en anestesia a través de la tierra húmeda bajo mis pies que encaminaba mis pasos ante lo que debiera ser.

    Recuerdo lo que era, recuerdo lo que iba a ser. Me recuerdo al recordar lo que iba a escribir.

    Ojos cerrados, guiados por fuerzas que permiten ver cuando dejamos de observar.

    Y me recuerdo a mí, esa yo de aquel entonces, tan igual y al mismo tiempo tan diferente, a lo que ahora soy.

    A ti, yo del pasado, te recuerdo y quiero agradecer.

  • Palabras a sí misma #1

    Palabras a sí misma #1

    ¿Qué es lo que de verdad quieres en la vida, pequeña?, dice una voz a las anchas. Sus ojos cristalinos reflejan el vacío que yace frente a sus narices.

    ¿Qué es lo que de verdad quiero, he de saber?

    Un vacío se refleja, pues es un vacío lo que se esconde alrededor de su cuerpo, percibiendo voces ahora ya perdidas.

    No hay respuesta a la pregunta, cual no hay dueño de las palabras pronunciadas.

    Si aquel vacío estuviese lleno, y fuese suya la potestad de erguir un nuevo mundo, ¿podría discernir que pertenecería a lo nuevo y que debería permanecer en el vacío?